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Justicia, Cuerpo & Emoción

Dra. Maria Sol Lopez

Dra. María del Sol López

CoLABORADORA

Abogada Ontológica Sistémica

Los 3 circuitos del Sistema Nervioso Autónomo y su Implicancia en el Ejercicio del Derecho


Introducción

La práctica jurídica suele situarse en el terreno de la razón, el lenguaje técnico y la argumentación lógica. Sin embargo, tanto quienes ejercen el derecho como quienes lo transitan —jueces, abogados/as, operadores/as judiciales, clientes y personas en situación de conflicto— son, antes que nada, cuerpos que sienten, que se activan, que se defienden o se retraen frente a experiencias que el sistema jurídico muchas veces pasa por alto. La incorporación de saberes provenientes de la neurociencia, en particular de la teoría polivagal desarrollada por Stephen Porges, abre nuevas puertas para pensar el derecho no sólo como una arquitectura normativa, sino como un espacio vivo atravesado por emociones, relaciones y estados fisiológicos. Este artículo propone un diálogo entre derecho y neurofisiología, para visibilizar cómo los tres circuitos del sistema nervioso autónomo (SNA) se manifiestan en las prácticas jurídicas cotidianas. Más aún, busca ofrecer una herramienta concreta de lectura para profesionales del derecho que desean comprender mejor el impacto emocional de los conflictos legales y mejorar la calidad de su intervención, tanto en términos técnicos como humanos.


De la Biología a la Conducta: una Breve Introducción a la Teoría Polivagal

Durante décadas, el sistema nervioso autónomo fue comprendido bajo un modelo binario: simpático (activación, lucha o huida) y parasimpático (relajación). Este enfoque suponía que frente a una amenaza, el cuerpo activaba la rama simpática y que, en ausencia de peligro, entraba en reposo gracias al nervio vago. Sin embargo, esta visión comenzó a reformularse con la teoría polivagal, que introduce una mirada más compleja y afinada sobre la fisiología humana. 

Según esta teoría, existen tres circuitos distintos dentro del SNA ( Sistema Nervioso Autónomo): 

-El circuito dorsal del nervio vago (más antiguo evolutivamente), vinculado a la inmovilización, el colapso, la desconexión y respuestas depresivas.

-El circuito simpático, asociado a la acción defensiva: lucha o huida ante una amenaza real o percibida.

-El circuito ventral del nervio vago, exclusivo de los mamíferos, que permite estados de calma, conexión, empatía y seguridad relacional. 

Estos tres circuitos se activan jerárquicamente, según la percepción del entorno como seguro, amenazante o abrumador. Esta organización biológica no es meramente fisiológica: tiene implicancias profundas en nuestras emociones, decisiones, formas de vincularnos y, por supuesto, en cómo transitamos los conflictos.

El derecho como experiencia vivida: cómo se manifiestan los tres circuitos en el mundo jurídico

  1. Circuito simpático: el conflicto como amenaza
    En el ámbito judicial, el conflicto suele vivirse como un campo de tensión. Para el/la litigante, cada audiencia puede ser percibida como un escenario de lucha; para el/la cliente, una situación de incertidumbre y estrés; para el/la juez, una carga emocional constante. Este entorno puede activar con facilidad el circuito simpático del sistema nervioso: hay aumento del ritmo cardíaco, hipervigilancia, rigidez muscular, discurso acelerado o agresivo. Abogados y abogadas en este estado suelen trabajar bajo presión constante, con altos niveles de cortisol, lo que reduce su capacidad de escucha empática y deteriora su bienestar físico y mental. Asimismo, muchas personas que atraviesan procesos legales se sienten permanentemente en «modo defensa», lo que dificulta tanto la cooperación como la claridad en la toma de decisiones.
  2. Circuito dorsal: retraimiento, silencio, desconexión
    No todo conflicto genera lucha: también puede haber colapso. El circuito dorsal se activa cuando el sistema interpreta que la amenaza es demasiado intensa o inevitable. En el mundo jurídico, esto se observa en personas que se «desconectan» de su proceso, que no pueden relatar con claridad lo que vivieron, que se ausentan o incluso niegan su propia participación. También puede verse en operadores del sistema que, frente a la saturación emocional, se vuelven cínicos, indiferentes o rígidos.
    Este estado fisiológico no es debilidad moral ni falta de voluntad: es una respuesta adaptativa del cuerpo ante el exceso de carga emocional. Reconocerlo permite comprender, por ejemplo, por qué una víctima puede «olvidar» detalles importantes, o por qué un/a profesional siente fatiga crónica sin causa aparente.
  3. Circuito ventral: conexión, regulación, escucha
    La buena noticia es que también podemos habitar el sistema judicial desde la regulación. Cuando el circuito ventral está activo, las personas sienten seguridad, confianza, apertura y disponibilidad. Esto no significa ausencia de conflicto, sino presencia de condiciones para sostenerlo de manera saludable. En este estado, los/as profesionales del derecho pueden ejercer su rol con mayor presencia, claridad y ética. Se facilita el diálogo, la negociación, la mediación, la argumentación serena. Las personas usuarias del sistema se sienten escuchadas, comprendidas, y más dispuestas a colaborar activamente en su propia defensa o búsqueda de reparación.

Implicancias prácticas: hacia una Justicia más Consciente del Cuerpo

Incorporar la teoría polivagal al ejercicio del derecho no implica convertirnos en terapeutas, sino entender que todo acto jurídico está atravesado por un estado corporal-emocional. Algunas prácticas posibles que pueden surgir de esta mirada incluyen: 

  • Diseñar audiencias con tiempos adecuados para la regulación: no saturar emocionalmente con extensas jornadas o sobreexposición de testimonios sensibles. 
  • Formarse en escucha activa y comunicación empática: herramientas esenciales para detectar en qué circuito está una persona y acompañar su tránsito.
  • Incorporar pausas y prácticas corporales breves en equipos judiciales: respiración consciente, movimientos suaves o momentos de silencio que favorezcan la regulación.
  • Repensar el acompañamiento legal desde el cuerpo: comprender que una persona retraída no necesariamente es desinteresada, sino que puede estar en un estado dorsal.
  • Fomentar espacios interdisciplinares: donde abogacía, psicología, medicina y trabajo social dialoguen desde esta mirada integrada del ser humano.


    Conclusión: Cuerpos que juzgan, Cuerpos que Sufren, Cuerpos que Transforman

    La teoría polivagal nos recuerda que no hay justicia sin cuerpos presentes. Que detrás de cada expediente, cada audiencia, cada dictamen, hay una red de sistemas nerviosos intentando regularse en medio del conflicto. Como agentes del derecho, podemos elegir cómo participar en esa red: desde la lucha, la desconexión o la presencia. 

    En tiempos donde el estrés, la violencia institucional y el desgaste profesional amenazan el sentido del quehacer jurídico, abrir la puerta al conocimiento neurofisiológico puede ser un acto radical de humanidad. Un modo de devolver al derecho su dimensión más profunda: la de ser un camino de resolución, reparación y, por qué no, de encuentro.

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